jueves, 11 de septiembre de 2014

Peter Pan y la fabricación de un mito

Ambienta tu lectura:





All children, except one, grow up.

¿Quién es ese niño? Todo el mundo conoce la respuesta. Todo el mundo conoce esta famosa frase. Con poco más de un siglo de vida, Peter Pan ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, se ha convertido en el símbolo de la eterna juventud y ha conseguido relegar a su autor a un plano casi inexistente. ¿Por qué? ¿Cómo consiguió James Barrie que su niño inmortal efectivamente lo fuera? En las siguientes  líneas trataré de analizar los resortes míticos de la composición del escoces, así como elaborar un corpus de obras clave que han contribuido a la cimentación de la idea que hoy tenemos de Peter Pan. 

viernes, 18 de julio de 2014

La muerte en el espejo y el diablo en la pared. (Il cavaliere e la morte de Leonardo Sciascia)

Para que no te dejes apartar del camino de la virtud porque te parezca abrupto y temible, porque tal vez hayas de renunciar a las comodidades del mundo, y porque constantemente has de combatir contra tres enemigos en lucha desigual, que son la carne, el demonio y el mundo, te será propuesta esta tercera norma: todos esos espectros y fantasmas que se abaten sobre ti […] has de tenerlos en nada.
Erasmo de Rotterdam


Para Margaret H. Persin  algunas de las características de la postmodernidad se encuentran de un modo muy vivo en la literatura ekphrástica, afectada por problemáticas como la intertextualidad, el traspaso de las fronteras del discurso poético, el dialogismo, los géneros, etc. Y dentro de esta literatura postmoderna que intenta alcanzar, por medio de la palabra, la percepción visual; se encuentra Il cavaliere e la morte, de Leonardo Sciascia, obra inspirada en uno de los más célebres grabados de Durero: Ritter, Tod und Teufel (El caballero, la muerte y el diablo).


viernes, 4 de julio de 2014

De Febo a bermejazo....un viaje hasta el barroco a lomos de un mito ovidiano


El mito de Apolo y Dafne ha llegado hasta nuestros días con el mismo vigor con que fue escrito por Ovidio en sus Metamorfosis en los albores del siglo I d.C. La transmisión de un gran número de estos relatos ha sido relativamente sencilla gracias a la recuperación que de ellos se hizo durante el periodo renacentista. El humanismo, en su afán por despertar de nuevo el espíritu clásico, no solo favoreció la recuperación, traducción y anotación de textos que se creían perdidos; también significó la revitalización de muchas de las formas y, sobre todo, de los motivos greco-latinos. Así, atravesando la Edad Media en forma de referencias cristianizadas y moralizantes, los mitos, la religión oficial del pueblo romano, llegaron a convertirse en torno a los siglos XV y XVI en uno de los temas más explotados por los autores de toda Europa. Posteriormente, en su evolución hacia el barroco español, estos mismos temas tomaron un cariz bien distinto, siendo tratados como motivo satírico-burlesco por un gran número de poetas, entre los que destacó don Francisco de Quevedo y Villegas. 
El mismo Ovidio fue el que predijo esta pervivencia a lo largo del tiempo, en los versos finales de su gran obra:
Ya he culminado una obra que no podrán destruir
Ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el tiempo voraz.
Que ese día que no tiene derecho más que a mi cuerpo,
Acabe cuando quiera con el devenir incierto de mi vida;
Que yo, en mi parte más noble, ascenderé inmortal por encima
De las altas estrellas y mi nombre jamás morirá, y por donde
El poderío de Roma se extiende sobre el orbe sojuzgado la gente
Recitará mis versos, y gracias a la fama, si algo de verdad hay
En los presagios de los poetas, viviré por los siglos de los siglos.

lunes, 30 de junio de 2014

El río del olvido, Julio Llamazares

“En el país de la infancia, todos somos extranjeros”


La lectora se sumerge en la obra de Llamazares con cierto escepticismo pero con ánimo de seguirle en sus aventuras por el curso del río Curueño, desde su casa, eso sí: gracias a la ventana de Google. El escepticismo viene provocado por los libros que tienen (o dicen tener) una importante dosis de realidad en su interior. Para la lectora hace tiempo que la literatura es la patria de los sueños (“la fantasía al poder”, dice su maestra), no la patria de la realidad. Por eso, la lectora desconfía de su libro, como desconfía de la realidad.
La lectora comienza la caminata del viajero siguiéndole a través del Google Maps, con sus itinerarios y sus imágenes, se introduce en el valle leonés del Curueño y se esfuerza por visualizar el paisaje humano del que da cuenta el viajero. Éste se recrea en las vistas, en las anécdotas de la zona y en los personajes (las personas) que pueblan sus tierras. Con un mecanismo interesante introduce algunos de ellos contestando sus propios pensamientos, lo que hace pensar a la lectora escéptica que son más producto de la imaginación del viajero que producto de la tierra. De estos encuentros más o menos ficticios se vale el viajero para transmitir al lector (en este caso la lectora escéptica) los mitos de la zona, como la leyenda de Polma y Curienno o la casa de los duendes; las referencias a personajes históricos (o no) como la Dama de Arintero o el moro tuerto que dio nombre al pueblo (Montuerto); y sobre todo el paisaje y las sensaciones que éste le transmite al viajero: las piedras de la vieja calzada romana, los puentes diseminados a lo largo del curso del río, las cascadas escondidas o las cuestas imposibles de subir. Poco a poco el viajero se adentra en los rincones de su infancia, los rincones de la memoria, a los que accede, a veces sin darse cuenta, por medio de los sabores, los sonidos o los olores de su tierra. Al regresar al pueblo donde pasara los veranos, lo hace como un forastero, “en el país de la infancia, todos somos extranjeros”. Y entiende mejor ese sentimiento al conocer a don Laurentino el Matalobines, expulsado de Villarrasil, su hogar, que fue muriendo poco a poco hasta quedar despoblado. Éste es otro tema que al viajero le resulta acuciante, la despoblación de estos montes, la pérdida irremisible de sus gentes, dispersas ya por el mundo, y la devastación en forma de una Villarrasil fantasma que apenas sí logra encontrar entre la maleza. Las preocupaciones del viajero ya venían de lejos, desde que en 1988 fabulara sobre la desaparición de Ainielle, otra aldea muerta, del Pirineo Aragonés.

viernes, 27 de junio de 2014

La tortuga gigante, de Horacio Quiroga


Horacio Quiroga nace en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878. De sus primeros intentos de escritura queda un cuaderno de poesías y la fundación de la Revista de Salto (1897). En estos textos se adivinan las importaciones de París de Darío o Lugones y, un poco más adelante, la de escritores extranjeros, entre los que destacan, por su fuerte influencia, Edgar Allan Poe que lo pone “en la pista de un decadentismo que hacía juego con su tendencia a la esquizofrenia, con su hipersensibilidad, con su hastío de muchacho rico”.

En 1990, a la muerte de su padrastro, invierte la herencia en un viaje a París en el que el joven escritor, que iba en busca de la ciudad soñada, pasó mucha hambre y multitud de calamidades. A su regreso, funda el Consistorio del Gay Saber, “cenáculo bohemio y escandaloso2” que presidiría la vida literaria de Uruguay.
En 1901 Quiroga tiene que hacer frente a tres muertes, las de dos de sus hermanos y la de su amigo Federico Ferrando, que pierde la vida en un accidente provocado por el propio Horacio. Tras el suceso disuelve el Consistorio y se traslada a Buenos Aires con su hermana María.

Viaja acompañando a Leopoldo Lugones como fotógrafo en una expedición a Misiones. En sus próximos cuentos sigue apreciándose la influencia de Poe. En 1904 publicará un volumen de cuentos, El crimen del otro. Poco a poco, en sus siguientes obras, irá despojándose del peso modernista y de las influencias de sus lecturas para introducirse en una escritura propia: con Los perseguidos toca por última vez el tema del doble; y en Historia de un amor turbio (1908) incorpora a Dostoievski.

El descubrimiento que, en 1903, le provocará Misiones hace que, gradualmente, la incorpore en sus cuentos como espacio predilecto. Finalmente comprará un terreno en San Ignacio, al que se trasladará con su mujer (una alumna) en 1910. A partir de 1912 Misiones dominará completamente su narrativa.

Es el suicidio de su mujer lo que finalmente lo hace regresar, con sus dos hijos, a Buenos Aires. Es para el escritor una época terrible de la que surgen volúmenes como Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) o Cuentos de la selva (para los niños) (1918).

A partir de 1918 comienza una nueva etapa de su labor literaria, que durará hasta su muerte. Es su mejor faceta como escritor y, sin embargo, su esplendor será muy breve, pues son otros los derroteros por los que viaja la narrativa argentina. Su obra fue vetada y sus publicaciones completamente ignoradas. En el ámbito personal, las cosas no le iban mucho mejor. Finalmente, en 1937, sólo y enfermo de cáncer, él mismo se quitará la vida.




El cuento avanza como género literario a lo largo del siglo XIX y, poco a poco, va cobrando autonomía y fuerza respecto de la novela. La aportación de Horacio Quiroga al desarrollo de la narrativa breve no puede considerarse desde el punto de vista de la mera práctica literaria, es fundamental la documentación teórica que dio al respecto. De entre sus escritos, destaca el “Decálogo para el perfecto cuentista” del que merece la pena reseñar algunos puntos, por ser claves para entender su obra:

- “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.”


domingo, 22 de junio de 2014

El castellano de Alfonso X

El latín empezó a usarse en Hispania como resultado de su gradual incorporación al Imperio Romano y de la romanización consiguiente de los distintos pueblos prerromanos. La fase de conquista y asentamiento dio paso a la latinización. Ahora bien, el uso del latín no fue impuesto: las poblaciones locales lo aprendieron de los colonos romanos, administradores, etc. El proceso fue rápido en algunas zonas (este y sur), más lento en otras (centro, oeste y norte) y no llegó a completarse en un área (el País Vasco).


domingo, 15 de junio de 2014

No te vayas... - Gabriela Keselman y Gabriela Rubio

Encontré Maus gracias a, entre otros, este precioso álbum ilustrado. Nunca había abordado este tipo de libros en los que texto e imagen son tan dependientes uno de otro,  fue gracias a una de las tareas que tuve que realizar para un curso en el que me inscribí hace unos meses, y ha sido todo un descubrimiento. A pesar de estar orientados, en general, para un público infantil (mayoritariamente prelector) la combinación de ambos elementos (texto e ilustración) es todo un arte al que me ha encantado acercarme. Lo recomendaría a cualquiera, niños y grandes, pues sigo creyendo que la belleza y la capacidad de emocionarse no tienen una edad concreta. Este precioso relato es, a diferencia de Maus, perfecto para leer en un soleado día, preferiblemente en una posición en la que la luz incida directamente sobre sus páginas y sus evocadores colores.

No te vayas… nos muestra la historia de Catalina, una niña a la que no le gusta despedirse nunca: ni del sol, ni del invierno, ni de su globo, ni de su diente, ni de la espuma de su bañera, ni de su triciclo, ni del autobús, y mucho menos de su papá por las noches. Sin embargo, este álbum ilustrado nos enseña (a todos, no solo a los niños) que a veces debemos decirle adiós a las cosas para hallar después otras tan buenas, ¡o incluso mejores!